El caso que compartimos hoy sucedió en enero de 1970, cerca de Río de Janeiro Brasil. Paolo Fernandes meditaba solo en una pequeña meseta montañosa en las afueras de la ciudad. De repente, vio un destello de luz brillante detrás de una colina cercana. Por alguna razón desconocida para él, comenzó a sentir una mezcla de emoción y miedo y su corazón comenzó a latir rápido.
Como en muchos casos de contacto alienígena, escucho una voz en su mente que decía claramente: “No temas, somos amigos”. Paolo sintió una paz interior al escuchar estas palabras y lágrimas de alegría corrían por sus mejillas. Con las piernas muy temblorosas, Paolo corrió hacia la colina, y observo una “nave espacial” enorme flotando sobre el suelo. Nuevamente, escucho de nuevo la voz en su mente que le dijo, “No te acerques a la nave, debes permanecer donde estás, de lo contrario el campo magnético alrededor de la nave te hará daño”. El objeto era metálico y en forma de disco, rodeado por un aura de luz, era tan grande como tres aviones juntos.
Algo que Paolo noto rápidamente era que el objeto parecía emanar un fuerte olor a ozono que se sentía en el aire. Como en otros de contacto alienígena,
un rayo de luz azulado salió disparado del objeto y golpeo fuertemente a Paolo. Lo extraño de esta experiencia es que no lo lastimó sino todo lo contrario.
Una inquietante calma lo abrumo en ese preciso momento.
Paolo observó una especie de rampa que salía del objeto. Una poderosa luz blanca brillaba desde la abertura de la nave. Dos seres que parecían ser hombres salieron por la abertura y se detuvieron uno a cada lado de la rampa. Paolo los describió como altos, delgados, con cabellos rubios y vestidos con una especie de traje fluorescente…