Una tarde de enero de 1897, Edward Shue, un herrero, envió al hijo de su vecino a ver si Elva, su esposa durante tres meses, necesitaba algo del mercado. Cuando el vecino entró por la puerta principal de la casa de los Shues en Virginia, encontró el cuerpo sin vida de Elva al pie de las escaleras.
El niño se quedó inmóvil observando a la mujer sin saber exactamente qué hacer. Uno de los brazos de Elva descansaba sobre su pecho y Tenía la cabeza inclinada hacia un lado. Al principio, el niño pensó que la mujer simplemente estaba durmiendo y la intento llamar en voz baja.
Cuando ella no respondió, entró en pánico y salió corriendo de la casa. Le dijo a su madre lo que había encontrado y ella llamó al médico y al forense local, George W. Knapp.
Knapp no llegó a la casa de los Shues inmediatamente sino después de casi una hora. Cuando llegó, Edward Shue ya había llegado a su casa, llevó el cuerpo de su esposa al dormitorio, la lavó, la vistió y la acostó en la cama…