En 1954 Jessie Roestenburg, su esposo Tony y tres niños pequeños vivían en una cabaña en Vicarage Farm, Inglaterra. Era una casa vieja a tres millas y media de Stafford, y sin las comodidades modernas como electricidad o plomería interior. La casa más cercana se encontraba a unas dos millas de distancia Era casi como si vivieran tranquilamente en el pasado, pero todo cambió el 21 de octubre de 1954.
La Sra. Roestenburg estaba adentro con su hija de dos años, Karin, y sus dos hijos, Anthony de ocho años y Ronald de seis, acababan de regresar de la escuela y estaban jugando en el jardín. Eran las cinco menos cuarto de la tarde.
De repente, mientras se encontraba adentro de la casa, Jessie Roesternbug escuchó un ruido como el de un avión al estrellarse y corrió hacia el jardín. Al llegar, no podía creer lo que estaba observando. Sus dos pequeños hijos estaban tirados en el piso, sin poder moverse y aterrorizados. En el piso, un gigantesco objeto volador no identificado, parecido a un platillo, con una cúpula, cuya parte frontal era transparente.
Mirando a los niños desde la máquina había dos “criaturas serias, parecidas a humanos, con caras largas y cabello largo. Los dos humanoides contemplaban la escena “muy serios, no con severidad, sino casi con tristeza, compadecidos”. Se parecían mucho a los hombres terrestres, tenían la piel blanca y el pelo largo hasta los hombros. Sus frentes parecían inmensamente altas, con los rasgos casi enteramente en la mitad inferior de sus caras, sus cabezas estaban encerradas en lo que parecía ser una especie de casco transparente y vestían ropa de color azul turquesa, muy ceñida al cuerpo y que parecían trajes de esquí.
¡Entonces el objeto comenzó a flotar sobre la casa! De forma muy baja y completamente silencioso, en un ángulo de 45 ° comenzó a ascender, sin emitir ningún sonido mientras se movía. Con un grito de alivio, Jessie Roestenburg entró corriendo en la casa, con la intención de encontrar lápiz y papel para dibujar lo que ella y los niños habían visto. Mientras buscaba la punta de un lápiz, los niños volvieron a gritar desde el jardín. Con el miedo volviendo una vez más a su corazón, salió corriendo para ver al Platillo regresar, esta vez de norte a sur. Rodeó la casa en sentido contrario a las agujas del reloj y luego se dirigió hacia el cielo para irse rápidamente en forma definitiva…